El bar de las hojas azules

Friday, October 20, 2006

El deber del mojigato

Pues mi amigo Víctor me ha invitado a escribir aquí. No soy un fiel creyente de las emociones digitales, pero de todos formas me siento alagado por su oferta. Como primer comentario deseo contar una historiecilla que me pasó hace unos pocos días, y de la cual, no sospecho volver a ser protagonista.

Hacía mi acostumbrado viaje de transporte público durante una dulce mañana del mes de octubre, cercado como siempre de las turgentes montañas heredianas. El autobús rodaba con un vientre lleno de colonias, almuerzos recién preparados y uno que otro habitante con olor a cobija.

Como suele pasar con los eventos chispeantes, una bella muchacha de unos veinte años se subió al vehículo comunal, dígase éste con los asientos repletos y varios usuarios de pie, entre ellos yo. Mientras me aferraba a la barra en una curva, la mujer tuvo que ponerse a mi lado gracias a la enlatada concentración.

En unos benditos huecos que había en el camino, el chofer dejó ir el bus con una fuerza instintiva. La dama, de cuyos senos solo colgaba un apretado escote, tenía las manos ocupadas en sus libros y su seguridad gravitacional. Para mi angustia placentera, las tetas decidieron aventurarse un poco fuera de la tela.

Con la mano en la pena, ejercí el deber del mojigato, sujetándole los libros mientras ella, con una vergüenza inofensiva, subía el límite de su blusa hasta un lugar más cómodo pero menos emocionante. Y yo me perdí la maravillosa vista, por leer que en la portada de uno de sus cuadernos decía “Oops, I did it again!”.

Carlos M.

1 Comments:

  • At 7:05 PM, Blogger Adrián Solís Rojas said…

    JAJAJAJAJAJAJAJA

    ¡No jodás Carlitos, no jodás!

    ¿Cómo lo va a dejar a uno así, haciéndose una idea en technicolor y tridimensión?

    Es cierto, esas revelaciones de bus son frecuentes, especialmente cuando al chofer se le olvida que lleva humanos y toma una posición de enlatadora de sardinas.

     

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