El bar de las hojas azules

Thursday, November 09, 2006

La inocencia de Joaquín

Resulta que cierto miércoles de noviembre, Joaquín se bajó en Costa Rica para darse un baño de aplausos. Era una noche hermosa, con la luna guindando entre las nubes y las mujeres desfilando por las pasarelas de las aceras.

Cuando Joaquín se subió al escenario, se mojó con todas las palmas que podían caber en ese bendito territorio. Sentado en el humilde palco presidencial estaba un pacífico habitante, con cuyo nombre por cierto, estaba bautizado aquel lugar.

La fiesta siguió. Algunos ojos se quedaron extrañados al descubrir la inesperada presencia entre tanto mortal. Entonces Joaquín, muy a su estilo, decidió apartar unas palabras para contarle a los comensales que entre ellos estaba el distinguido personaje.

"Como ciudadanos nos enorgullece que la máxima autoridad del país esté aquí", se dejó decir Joaquín. Tal vez nadie, cuando pasó por la puerta, había pensado que el coro más fuerte de la noche no sería el de una canción, sino el de una protesta que se montó con aquel anuncio.

"No al TLC, no al TLC, no al TLC", gritaban las entrañas de Palacio de los Deportes Óscar Arias Sánchez. Y Joaquín, al ver que el saludo se le había convertido en un reclamo improvisado, meció las manos en el aire pediendo calma.

Y las bocas no se cerraron, hasta que el hombre del traje gris abrió de nuevo la suya. Pero todos vieron, que en medio de lo más bochornoso de aquel sostenido reclamo, en los labios de Joaquín rebotaba una risilla algo maliciosa, algo cómplice, algo satisfecha.

Sí... muy inocente Joaquín... tanto como el diablo entre las monjas.

Carlos M.

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